20/7/15

Milena en la playa

No me interesa la política—sentencia Milena mientras se unta crema solar, tumbada sobre la arena dorada de una playa de Cadaqués. Y rubrica la sentencia con un encantador mohín de disgusto. Es su reacción ante los comentarios en voz alta que se me escapan al leer el periódico. Comentarios, en los que, de pronto me doy cuenta, me he dejado llevar por la indignación. Pero es que esos cabrones tecnócratas de la Unión Europea. Pero es que esos cabrones del gobierno de la Generalitat. Pero es que esos cabrones del gobierno español. Pero es que la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, la nueva Ley Forestal, la nueva Ley Laboral…Me siento asfixiado, me siento pisoteado, con unas ganas indecibles de gritar.

25/2/14

El misterioso Doctor Mercado, capítulo 16

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Enemigos frente a frente

Aquel día, en el Congreso de los Diputados, había sesión de control. Durante toda la mañana, el presidente del gobierno había tenido que responder a las tediosas preguntas de los portavoces de la oposición.
—¿Por qué ha incumplido todos y cada uno de los puntos de su programa electoral, señor presidente?
—Usted sabe tan bien como yo que no siempre es posible cumplir las promesas electorales.
—Pero es que su gobierno no sólo no las ha cumplido, es que ha hecho justamente lo contrario.
—He hecho lo que debía hacerse por el bien de España.
—Pues España está peor que nunca.

22/1/14

El misterioso Doctor Mercado, capítulo 15

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La mano negra

Una voz siniestramente metálica interrumpió el sueño de Damián. La voz dijo:
—Le ordené vigilar al presidente.
Damián dio un respingo, se despertó, se sentó en la cama y encendió la luz de la mesilla de noche. Ésta iluminó una silueta alta, oscura e intimidante que se erguía a su lado. Los cristales rojos de sus anteojos parecían brillar en la oscuridad como los ojos de un felino.

16/12/13

El misterioso Doctor Mercado, capítulo 14

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La liga de los calvos siniestros

Últimamente el presidente llegaba a su despacho de Moncloa a las ocho en punto exactamente. “Desde que se ha vuelto tan raro es más puntual que nunca” pensó su secretaria. Ya se había acostumbrado a tener preparado, a esa hora, un desayuno a base té de jazmín, leche de soja con miel, pescado al vapor con algas, verduras en escabeche y un panecillo shaoping. Por suerte los de personal habían encontrado un cocinero chino, de Shangai, que preparaba los desayunos exactamente según los nuevos gustos del presidente. A lo que no se había acostumbrado la secretaria, ni se acostumbraría nunca, era a la forma en que el presidente la traspasaba con la mirada desde que los ojos se le habían vuelto verdes. Sus nuevos ojos le daban escalofríos.

8/12/13

El misterioso Doctor Mercado, capítulo 13

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El presidente encuentra a Dios

Damián volvía a estar sentado sobre un saco de dormir enrollado, con la espalda recostada sobre una mochila astrosa, a cubierto dentro del cajero automático donde solía pernoctar, en compañía de Dios, antes de convertirse en agente del Hombre de Negro. Iba vestido con ropa vieja, llevaba una gorra con la visera bien calada sobre los ojos y un pañuelo palestino liado al cuello, tapándole la parte inferior de la cara todo lo que era posible sin parecer que iba embozado a propósito. Desde debajo de aquel embozo observaba con disimulo la calle, y la gente que deambulaba por ella y ante él. No hacía mucho que había ocupado aquel sitio y vestido aquella indumentaria por pura necesidad, y no siguiendo órdenes de su empleador. Porque ahora estaba allí siguiendo órdenes: el Hombre de Negro le había enviado un mensaje aquella misma mañana, ordenándole que por la tarde estuviera en aquel sitio y de esa guisa, y que allí le esperara. No sabía qué debía esperar, ni tampoco lo preguntó. Ya había aprendido que las órdenes de su misterioso jefe ni se comentaban ni se discutían.

26/10/13

El misterioso Doctor Mercado, capítulo 12

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El ataque de los hombres-topo

Las cloacas por las que deambulaba el presidente eran un intrincado laberinto subterráneo que de pronto, cuando su encendedor (el que usaba para encender los cigarros puros que tanto le gustaba fumar) se apagó, quedó sumido en la más absoluta oscuridad. Una oscuridad preñada de olores fétidos y de los inquietantes ruidos de patitas de rata correteando, chapoteando.
Pero no sólo las ratas correteaban en la oscuridad, pues también se oían pasos chapoteantes que parecían producidos por pies humanos.